El kirchnerismo es, también, una economía del deseo. El deseo es, en el kirchnerismo, un factor de riesgo. Un exceso. Por eso el kirchnerismo no porta promesas. Nunca. Negocia minuto a minuto con un mundo de lo posible hecho de pasado. Se piensa como un movimiento reparador mientras construye un mundo nuevo.
El kirchnerismo no dice “no se puede”, dice “no se puede pedir”. Y a la vez es, él mismo, su propio exceso: ley de medios – asignación universal – matrimonio gay.
El kirchnerismo no es (¿lo fue?) un gobierno en disputa. No es la balanza que equilibra las fuerzas del cambio y del orden. Es la conciencia del cambio para el orden y del orden para el cambio.
Hacer política hoy es poder dar una respuesta a la pregunta sobre qué más se puede pedir después de siete años de kirchnerismo.
publicada por Alejandro, http://labarbarie.com.ar
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