Esta Jornada marca el nacimiento de la militancia peronista. Semejante parto bastaría para explicar por sí solo el valor histórico de esta militancia. Pero por su profunda convicción, su obstinada vigencia y su excepcional vocación de poder se ha constituido en un especial fenómeno de estudio de politólogos, historiadores, sociólogos, comunicadores y otros cientistas sociales de diversas latitudes del mundo.
El líder carismático y excepcional conductor político había surgido en los albores de ese acontecimiento; había mostrado su capacidad y decisión política de responder a un pueblo al que, hasta entonces, se le negaran respuestas a sus más elementales necesidades y desconociéndoles, a su vez, todo tipo de derechos.
Pero faltaba un hecho que anudara ese vínculo, esa dialéctica singular que se estableció para siempre entre el Gral. Juan Domingo Perón y la militancia peronista. Y allí se generó la oportunidad, brindada por la torpeza de la oligarquía confabulada con el errático poder político de entonces, al forzar la renuncia de Perón y encarcelarlo en Martín García.
De allí al 17 se sucedieron vertiginosos los acontecimientos en los que la conspiración (hasta se había preparado un atentado contra la vida de Perón), fue derrotada por la acción decidida de dirigentes obreros, la singular actividad desplegada por Evita y finalmente la percepción e intuición de la gente que en los momentos límites sabe cual es el rumbo que debe elegir.
Mucho se ha hablado de la participación de Evita en esta Jornada y hasta hubo quienes pretendieron negarle su protagonismo. Pero son numerosos los testimonios directos e indirectos de su accionar. Tanto en los días previos, en que estuvo permanentemente al lado de Perón, como en la víspera del 17 y durante ese mismo día, en que incansablemente promovió e incentivó la gesta popular.
La avasalladora presencia de miles de obreros en la Plaza de Mayo y el líder ya liberado en el balcón de la Casa Rosada , inauguran el eterno diálogo que luego, en ese mismo escenario, fue un ritual repetido y que, las imágenes fílmicas reproducen para las nuevas legiones de millones de peronistas que se incorporan permanentemente a la causa.
El 17 de octubre fue una jornada de auténtica y excepcional construcción de ciudadanía, como pocas veces se ha dado en la historia argentina y seguramente en la de otros pueblos del mundo.
Alumbró el protagonismo de un pueblo que le dijo basta a la represión del hambre y la miseria y la negación de la mayoría de los bienes y servicios tangibles e intangibles de la Argentina de entonces.
Se hicieron en un día y para siempre peronistas. Encontraron su lugar de lucha y de realización cívica. Buscaron su dignidad y no solo la lograron para ellos, sino que generosamente nos mostraron el camino para que nosotros lleguemos a nuestras mejores conquistas.
Hasta el primer peronista muerto -precisamente en esos días-, un joven de 17 años llamado Darwin Passaponti nos dejó un poema premonitorio de su propio destino:
“Quise cruzar la vida
Con la luz del rayo
que el espacio alumbra
seguro de no vivir más que un instante
seguro de no morir debilitado.
Así como el rayo,
corto, breve y soberano…”
También, como nadie y en demasiadas etapas, el peronismo ha sufrido la proscripción, la persecución, la tortura, la desaparición y la muerte.
Pero las convicciones y la fortaleza inquebrantables de defender una causa noble hacen que detrás de cada caída haya un resurgir más vigoroso.
Aldo Paredes Partido Justicialista Villa María
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