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lunes, 11 de marzo de 2013

Gerardo Russo: La lucha en las calles y los empecinados de Néstor Kirchnner y Cristina nos marcaron y marcan el camino.


11 de Marzo de 1973: Un jalón en  la larga disputa por la hegemonía política y el predominio económico



A lo largo de nuestra historia pocas veces los sectores dominantes de la Argentina se sintieron  seriamente amenazados. Y menos   aún percibieron que  los sectores populares pudieran imponer un proyecto de país en el que la distribución de la riqueza se tornara más  equitativa. Al contrario, estos sectores dominantes -oligarquía, gran burguesía, sectores económicos concentrados, etc.- lograron imponer un proyecto de país en el que sus propios intereses fueron presentados como el interés del conjunto de los argentinos. De esta manera lograron concentrar  cada vez en menos manos mayores porcentajes de la riqueza nacional. Así  el sector pobre y medio bajo de nuestra sociedad que en 1974 participaba del 33.6 % del ingreso nacional vio reducida su participación a un 25.9 %  en 1995. Mientras que el 10 % más rico incrementó sus ingresos de un 28.2 % a un 37.8% durante el mismo período. En tanto que la denominada clase alta o gran burguesía compuesta por un 1% de la población Argentina percibía el 20 % del ingreso nacional. Al estallar la crisis del 2001 la concentración económica en pocas manos era aún mayor.
Claro esta que los sectores populares resistieron esta consolidación de un país cada vez más inequitativo, injusto y excluyente. El peronismo mismo fue la resultante del intento más serio de los sectores populares de disputar a fondo el poder en la Argentina. Durante su primera experiencia de gobierno, el peronismo  no solo  logró imponer una nueva  hegemonía política sino que también avanzó  sobre el predominio económico de los sectores económicos dominantes, distribuyendo la riqueza generada con un sentido de equidad y justicia como nunca antes se había logrado. Sus tres banderas: Justicia Social, Soberanía Política e Independencia Económica no solo que se transformaron en la más acabada síntesis de su doctrina, sino también en parte constitutiva de la cultura política de los argentinos. Y allí radica quizás su persistencia como el movimiento político argentino mayoritario a pesar de que parte de su dirigencia traicionó y atentó contra los intereses populares en más de una oportunidad.
Pero la Argentina en la que los únicos privilegiados debían ser los niños, no duró demasiado y el derrocamiento del peronismo en 1955 nos retrotrajo a la imagen de un país dependiente del capital imperialista enraizado en la estructura productiva argentina. La consigna liberación o dependencia desplegada en los años 60 y 70 nos planteó una vez más el antagonismo entre dos alianzas de clases: una liderada por la gran burguesía argentina aliada al capital imperialista, y  la otra liderada por los trabajadores y una pequeña burguesía empobrecida, a la que se le sumarían cientos de miles de jóvenes y crecientes  sectores  de la clase media. Y si bien cada uno de estos polos enfrentados tuvo la suficiente energía como para vetar los proyectos elaborados por  el otro, ninguno logró reunir las fuerzas necesarias para transformarse en hegemónico y dirigir el país durante un lapso de tiempo prolongado. En ese marco y tras algunos gobiernos democráticos y varios golpes de estado, el proceso político y social argentino desembocó en las elecciones del 11 de marzo de 1973. En esta jornada el capital oligárquico-imperialista de característica monopolista sufrió una rotunda derrota a manos de la peor coalición posible para sus intereses. El bloque que se instaló en el Estado, de la mano del peronismo,  pasó a ser liderado por fuerzas representativas de la burguesía no monopolista, por la burocracia política y sindical y otras organizaciones representativas del capital nacional, en coexistencia con fuerzas de tendencias socialistas. El desafío para aquel gobierno fue transformarse en poder y poner en marcha la reversión del avanzado proceso de dependencia económica por el que atravesaba el país. Pero  la respuesta no se hizo esperar, y el 24 de marzo de 1976 -con el preludio del accionar de la triple A-  la dictadura cívico-militar más sangrienta y regresiva de nuestra historia sentó las bases del neoliberalismo que asolaría al país.  Lo que siguió todavía esta fresco, entre 1980 y 1990 el porcentaje de población pobre se duplicó, mientras que entre 1990-2001 se cuadriplicó, alcanzando en el año 2002 al 49,7 % de la población. Muchos más pobres cada vez más pobres, desindustrialización y extranjerización de la economía y una desigualdad sin precedentes fue el resultado del sistema económico, político y social implementado.
Volver a enfrentar ese proceso de  oligarquización bajo ropajes democráticos no fue tarea sencilla. La lucha en las calles y los empecinados de  Néstor Kirchnner y Cristina nos marcaron y marcan el camino.


Gerardo Russo
Pte. Partido Justicialista Villa María
  




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